La Junta ve presión por salario mínimo 2026, gasto público y demanda interna.
La Junta Directiva del Banco de la República mantuvo su tasa de política en 9,25%, pero dejó claro que el debate no está cerrado. En las minutas más recientes, la mayoría de codirectores advirtió que la inflación muestra “resistencia preocupante”, en especial en la medición básica sin alimentos ni regulados, y que podrían venir nuevas alzas si los riesgos se agravan.

El Emisor subrayó que el incremento de la inflación total en los últimos meses y la inflexibilidad del núcleo sugieren procesos de indexación. También alertó que en octubre repuntaron las expectativas de inflación, lo que exige una postura firme para sostener la meta de 3%. La decisión final, insistió, dependerá del balance entre controlar precios y no frenar la incipiente recuperación.
Entre los factores que presionan la inflación, la Junta destacó el posible aumento del salario mínimo para 2026. Si el ajuste es elevado, podría reforzar la inercia inflacionaria y afectar la credibilidad del esquema de metas. El Emisor recordó que su esquema ha permitido estabilidad de precios y desarrollo del mercado financiero durante dos décadas.
El contexto de demanda interna también inquieta. Las minutas señalan un fortalecimiento por mayor gasto público, déficit fiscal, remesas y precios del café, junto con un consumo privado más dinámico y la inversión pública. Sin respuesta equivalente de la producción, el desequilibrio externo se amplía y puede presionar la prima de riesgo y el tipo de cambio.
El banco ha sostenido una “pausa” en su ciclo desde comienzos del año y la ratificó en marzo. No obstante, el repunte de precios y expectativas podría acortar esa tregua. Aunque el escenario base no contempla alzas, varios integrantes de la mayoría no las descartan si las señales empeoran.
Dentro de la Junta, el tono es de cautela: la prioridad sigue siendo llevar la inflación a 3% y anclar expectativas. El Emisor reiteró que cualquier decisión buscará calibrar impactos sobre actividad y empleo, evitando un apretón innecesario si la desinflación retoma tracción.
Para los hogares y empresas, la tasa de 9,25% mantiene alto el costo del crédito. Si los riesgos escalan, un aumento adicional encarecería nuevos préstamos y refinanciaciones, presionando consumo e inversión privada. A la vez, una postura más dura del banco podría anclar expectativas y moderar la formación de precios.
La discusión sobre el salario mínimo será clave. Un ajuste alineado con la productividad y la inflación esperada ayudaría a evitar efectos de segunda ronda. Un desalineado, en cambio, podría prolongar la convergencia de precios y forzar una política monetaria más contractiva.
Por ahora, la señal es de vigilancia. Si las expectativas ceden y el núcleo comienza a moderarse, el Emisor mantendría la pausa. De lo contrario, el costo del dinero podría subir nuevamente.
Analistas consultados prevén mayor volatilidad financiera si el mercado empieza a descontar alzas. El crédito al consumo y a las pymes sería el más sensible, con impacto en ventas y flujo de caja. Sectores intensivos en financiamiento podrían aplazar inversiones.
Gremios y centros de estudio también piden prudencia en el aumento del salario mínimo para 2026 y coherencia fiscal, a fin de no exacerbar la inercia inflacionaria ni el déficit externo. Un anclaje de expectativas facilita que las tasas bajen más adelante.
La pelota está en el campo de los datos: inflación, expectativas, tipo de cambio y negociación del salario mínimo marcarán el rumbo. Si cada pieza encaja, la pausa se sostendrá; si no, el Emisor ya advirtió que puede apretar.









